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Feed-Back (información global)

Existen muchas cosas importantes en la educación, enseñanza y  de un perro pero, desde luego, a nivel de aprendizaje esta es la más importante. Es cierto que intervienen numerosos factores: temperamento heredado, efecto del entorno, umbral de respuesta de cada perro, socialización, vínculo, etc. pero, a la hora de enseñar un ejercicio o tarea nueva al perro lo fundamental es la información que le proporcionamos sobre ello. El perro no tiene ni la menor idea sobre lo que esperamos de él, de forma que está expectante y centra su atención en captar lo que queremos comunicarle y en realizar la asociación entre eventos o estímulos y esa es precisamente la piedra filosofal del aprendizaje porque, si el perro está expectante y no entiende lo que esperamos de él ni consigue realizar satisfactoriamente la asociación entre estímulos, su expectación se convertirá en incertidumbre y ya sabemos que eso es una de las mayores causas de ansiedad. Por lo tanto, si la información sobre el nuevo ejercicio no es clara y precisa, el perro realizará asociaciones inadecuadas, aumentará su tensión interna, etc. y la clasificación de la información que el perro realice sobre el ejercicio no será la más adecuada; por otro lado, el perro asocia el estado emocional del momento a la realización del ejercicio porque para él forma parte del mismo; de forma que si el perro está acelerado, preocupado o ansioso, esa sensación será asociada al ejercicio y el perro realizará siempre esa tarea en el estado emocional que tiene asociado a ella porque para el perro el estado emocional es uno más de los componentes del ejercicio o tarea. Esto nos lleva directamente a concluir que la calidad de la información inicial que le demos al perro sobre un nuevo ejercicio será determinante en varios aspectos:

Rapidez en establecer la asociación.

Estado emocional asociado al ejercicio y, como consecuencia

Nivel de energía empleado en el desarrollo del ejercicio.

Claridad en el objetivo final que minimiza la ansiedad y tensión interna en el perro.

Optimización y precisión de los procesos cognitivos relativos al ejercicio.

Aumenta las “ganas de agradar” del perro, su deseo de cooperación, etc.

Modula el nivel de estimulación del sistema nervioso asociado al ejercicio o tarea.

Calidad, rapidez y precisión en la ejecución.

Almacenamiento en la memoria a largo plazo debido a la relevancia de la consecuencia (refuerzo positivo).

Potencia la sintonización y sincronización con el guía.

Minimiza las conductas de evitación y/o escape.

Algo que debemos tener muy en cuenta es que la práctica NO mejora el aprendizaje, esto debemos tenerlo siempre muy claro; es decir; cuando un perro establece una asociación entre dos estímulos o eventos, lo clasifica y almacena en su cerebro en función de la información que percibe, es decir, a través de la percepción y las sensaciones internas que la información le produce. Y esa información queda asociada para siempre a ese ejercicio; da igual cómo lo practiquemos, la frecuencia, etc., lo importante son las asociaciones que el perro realiza en el momento de aprenderlo porque quedarán ligadas a ese ejercicio para siempre. De ahí la importancia de que el feed-back; es decir, la información global que le demos sobre el ejercicio, sea lo más clara y precisa posible.

Puesto que ya ha quedado clara la importancia de la información inicial global que le damos al perro sobre un ejercicio nuevo; la pregunta lógica es: ¿cómo lo hacemos?; pues bien, debemos tener en cuenta los tres factores fundamentales que el perro debe entender, que no son otros que los siguientes:

¿qué tengo que hacer?

¿cómo tengo que hacerlo?

¿qué conseguiré al hacerlo?

Si el perro no entiende el primero de los factores (¿qué tengo que hacer?) de una manera clara y precisa, comienzan los problemas porque empieza a dudar, comienza la incertidumbre y la ansiedad aumenta. Si no le proporcionamos información exacta sobre ¿cómo tengo que hacerlo?, entonces se establecen errores de ejecución que se asociarán al ejercicio y será muy complicado solucionarlos después. Por ejemplo, el perro entiende que debe sentarse pero se sienta separado del guía, en ángulo, lento, de frente, etc. esto es un feed-back pobre, deficiente y no preciso. Es decir, al perro le ha quedado claro que si se sienta (¿qué tengo que hacer?) recibe un refuerzo positivo (¿qué consigo al hacerlo?), pero no le ha quedado claro cómo debe hacerlo y se sienta en cualquier posición o ángulo en su afán de conseguir la recompensa. Otro ejemplo, si entrenamos un perro para defensa y cuando muerde al figurante le reforzamos y animamos: ¡¡¡¡“muy bien, muérdelo”!!! estamos reforzando que muerde al figurante, pero también estamos reforzando la forma en que muerde y su estado emocional, de forma que si está mordiendo solo con los incisivos en vez de “ a boca llena”, asociará ese tipo de mordida al ejercicio y luego será muy complicado modificar su forma de morder. El problema, como ya hemos dicho, es que el perro entiende qué es lo que tiene que hacer (morder al figurante) y qué conseguirá al hacerlo ( conseguir la manga o que el figurante huya) pero lo que no le hemos comunicado bien es el “¿cómo tengo que hacerlo?”; es decir, que queremos que muerda “a boca llena”, de forma que el perro asocia al ejercicio el tipo de mordida que esté realizando porque le hemos reforzado positivamente y cree que debe hacerlo así. Esto también es muy difícil de modificar a posteriori porque el perro tiene asociado ese tipo de mordida al ejercicio. Por lo tanto, la clave para eliminar todo tipo de problemas es darle al perro una información global, precisa y completa de lo que esperamos que haga y de la forma en que esperamos que lo realice. Respecto al estado emocional del perro durante la mordida sucede lo mismo; si el perro está muy estresado, en defensa extrema (piloerección, etc.), mordida nerviosa, etc. y le reforzamos, asociará ese estado emocional a la ejecución del ejercicio.

Otro ejemplo que se produce muy frecuentemente. Enseñamos al perro a traer un objeto. El perro persigue el objeto lanzado, le reforzamos por cogerlo (¿qué tengo que hacer?), le reforzamos por volver hacia nosotros con el objeto en la boca (¿qué conseguiré al hacerlo?) y el perro suelta el objeto a nuestros pies; aquí está el problema porque si le reforzamos por dejar el objeto en el suelo (es cierto que ha vuelto y nos lo entrega) estaremos reforzando que lo suelte en vez de entregarlo en la mano; de forma que la información sobre ¿cómo tengo que hacerlo? es mala y el perro entenderá que el ejercicio consiste en perseguir el objeto lanzado, cogerlo y soltarlo al llegar a nosotros. Una vez que el perro clasifique esta información sobre el ejercicio, es muy difícil modificarla porque le hemos reforzado por hacerlo así durante el periodo de aprendizaje y para él ese ejercicio consiste en eso.

Por lo tanto, debemos tener muy clara la información global que le demos al perro sobre cada nuevo ejercicio o tarea para asegurarnos de que entiende qué tiene que hacer y cómo tiene que hacerlo desde el principio de la forma más precisa posible para que no se produzcan asociaciones inadecuadas ni almacene en la memoria a largo plazo una forma de ejecutar el ejercicio o tarea que no es exactamente la que queremos.

Pero la verdadera importancia del feed-back se demuestra cuando intentamos corregir un defecto en la ejecución del ejercicio o tarea porque le causamos de forma inconsciente un grado de ansiedad e incertidumbre al perro que, lógicamente, le afecta de forma negativa a nivel emocional. A ver, pensemos desde el punto de vista del perro. Si él ha entendido que tiene que correr detrás de un objeto lanzado por nosotros, cogerlo, volver hacia nosotros y soltarlo a nuestros pies y ahora queremos que nos lo de en la mano, no entenderá que no le reforcemos por hacerlo así (como lo aprendió); lo soltará a nuestros pies pensando que lo ha hecho bien y esperando el refuerzo y, cuando no se lo demos, nos mirará sorprendido con expresión de no entender nada. Si le inducimos e insistimos en que vuelva a cogerlo, corremos marcha atrás, etc., lo volverá a coger y nos seguirá pero su tendencia será volver a soltarlo al llegar porque así lo aprendió y cree que el ejercicio consiste en ello; de forma que, aunque se lo quitemos de la boca porque nos anticipemos a que lo suelte y le reforcemos por ello, al perro le costará mucho entender que las reglas del ejercicio han cambiado porque él clasificó y almacenó la información relativa a ese ejercicio en función de la información y refuerzos que le dimos inicialmente sobre la ejecución del ejercicio.

Por lo tanto, podemos concluir diciendo que es fundamental que tengamos claro el ejercicio que queremos que aprenda el perro pero, sobre todo, debemos tener muy clara la forma de comunicarle de forma precisa cómo debe hacerlo desde el principio porque si reforzamos ejecuciones que no son precisas, al recibir el refuerzo por realizarlo de esa forma, el perro tenderá a repetirlo y ejecutarlo de la misma forma que la última vez que le produjo un refuerzo.

Insistiré en esto más adelante, quizás en un próximo artículo.

 

 

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